12/2/10

Lee, IQRAA, La Sura 96 Al-Aalaq


En este mundo, nuestra primera y más importante obligación es aprender de dónde venimos, por qué venimos y hacia dónde vamos. Venimos de la Verdad Divina; debemos creer y tener fe en el Santo y Poderoso Ser que nos trajo a este mundo en forma humana. Debemos procurar ser agradecidos y agradarle en todo lo que hacemos. Hemos de someternos por completo a Él y vivir como desea que vivamos, tratando de entender el libro que Él nos reveló a través de Su Profeta.
La búsqueda del conocimiento es, por tanto, una obligación. Como lo expresa nuestro santo maestro Mujámmad “El saber es obligatorio para cada musulmán”.
La Sura 96 Al-Aalaq fue revelada en Meca, consta de 19 aleyas.
Bismillahi ar-rahamani ar-rahim. Una vez consolado con la básmala, Muhámmad recita las primeras aleyas del Corán:
1. íqra bísmi rábbika l-ladzî jálaq ¡Lee, con el Nombre de tu Señor que ha creado,
2. jálaqa l-insâna min ‘álaq que ha creado al ser humano a partir de un coágulo!
3. íqra wa rábbuka l-ákramu ¡Lee, pues tu Señor es el Más Generoso,
4. l-ladzî ‘állama bil-qálami el que ha enseñado con el cálamo,
5. ‘állama l-insâna mâ lam yá‘lam
ha enseñado al ser humano lo que no sabía!
Las cinco primeras aleyas son, según casi todos los comentaristas, el comienzo de la revelación*. Las restantes son posteriores y hablan de los problemas que el Islam tuvo que enfrentar en sus primeros tiempos en Meca.
Lee, es lo que se le ordena a un ummi (iletrado, universal) con el objeto de que ese mensaje llegue a la umma. El nombre mismo del Corán nos remite a la lectura, al estudio, al aprendizaje, a la reflexión, a la búsqueda de conocimiento. En efecto, el intelecto figura destacadamente en el Islam.
Leer es el primer paso del intelecto y la puerta para una vida intelectual rica y prolongada. Es también la primera orden a los fieles del Islam.
El sagrado Corán, la última de las escrituras celestiales, contiene la orden: ¡Lee! (Iqra 96:1). Como seres humanos conscientes, nuestro compromiso primordial ha de ser leer y estudiar; no existe comparación entre los que saben y los que ignoran. Así lo establece el sagrado Corán: ¿Son iguales aquellos que saben y aquellos que no? (C. 39:9)
Este noble verso revelado hace referencia a quienes nunca reflexionan, digieren o ponen en práctica lo que leen.
Hay gente que lee muchos libros pero no puede comprender lo que lee, y algunos son incapaces de asimilar lo que han estudiado. Al-láh, Glorioso y Exaltado sea, afirma sobre ellos: "Aquellos que recibieron la Toráh, pero luego fallaron en practicarla son como el asno cargado de grandes y pesados libros". (C. 62:5)
No hay diferencia entre quienes leen sin entender y no practican lo leído, y el burro que lleva una enorme carga de libros. No es tarea fácil probar nuestro entendimiento. Nuestro bendito Maestro afirmó que una hora de contemplación es más apreciada por Al-láh que sesenta años de adoración obligatoria.
El conocimiento que no se ha contemplado causa la misma incomodidad que la comida sin digerir. Leer podría ser sólo recorrer la página con los ojos, pero la reflexión y la meditación requieren que el lector aplique su poder de comprensión. La lectura es la habilidad práctica de conocer el valor simbólico de las letras, mientras que el verdadero entendimiento exige el conocimiento de lo que estos símbolos representan. Así pues, encontramos en estos primeros signos revelados una descripción del ser humano. Partiendo de lo ínfimo, por amor y voluntad de su Sustentador, lleva en sí la capacidad de aprendizaje y es su obligación activar esa capacidad.

Fuente: http://islam-yones.blogspot.com/

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