Autora: Asma Lamrabet
Marzo/2005
En el momento de mis búsquedas de saber religioso y de mis lecturas sobre historia islámica, el personaje emblemático de Aisha, esposa del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- me ha, a menudo, interpelado.
Percibía a través de sus dichos, sus actos y sus intervenciones históricas, el perfil de una mujer excepcional, impregnada de una fuerza inquebrantable y de un saber impresionante y esto, a pesar del hecho de que su contribución, su vida, su trayecto, son en general, evocados de una manera muy ingrata y fría en la mayoría de las obras islámicas clásicas.
Pero es forzoso reconocer que a pesar del hecho de que la historia islámica permanece muy reservada en cuanto al aporte de las mujeres musulmanas en general, sin embargo en lo concerniente a Aisha, su impresión ha sido tan determinante en la tradición profética que su nombre ha quedado indeleble en la memoria de las ciencias islámicas.
Y tanto es así que intentando una aproximación más íntima o, dicho de otra forma, de una lectura más próxima a mi sensibilidad de mujer, he descubierto bastante de las facetas no confesadas de este personaje histórico.
Pero, lo que me ha, sin duda, reconfortado más en tanto que mujer yo misma, musulmana y practicante, es el hecho de que su modelo de trayecto sea una increíble actualidad.
Efectivamente, después de esta lectura de la vida de Aisha y a distancia, podría afirmar aquí y sin correr demasiados riesgos, que ella ha personificado un movimiento intelectual femenino francamente vanguardista. Pues Aisha no dejó a lo largo de su vida de reivindicar los derechos en
nombre de su humanidad, de su femineidad y de su espiritualidad.
Así, donde a la hora de una lectura tradicionalista y cerrada del Islam, nos describe el ideal de la mujer musulmana, sin equívoco el de una mujer sumisa, resignada, silenciosa y, sobre todo, ciegamente obediente a su marido, Aisha la esposa preferida del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él-, era ante todo una mujer rebelde, en el verdadero sentido del término, cuya rebelión se hacía siempre en la preocupación de una búsqueda de justicia.
Sus incesantes debates, sus comentarios críticos con el Profeta del Islam –la paz y las bendiciones de Allah sean con él- mismo y sus altercados notorios con los grandes sabios o gobernantes de la época con los que ella estaba a menudo en desacuerdo, son el testimonio ineluctable de su fuerte personalidad y de su sentido agudo de la perspicacia.
Mientras que hoy se nos quiera hacer admitir que para ser musulmán habría que ser menos inteligente, la historia nos muestra que Aisha, no ha cesado nunca de utilizar su inteligencia para impregnarse del sentido de la revelación coránica.
A cada revelación coránica ella era la primera en preguntar al Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- sobre el cómo y el por qué de los versículos.
Es por esto por lo que ella llega a ser enseguida una de las más grandes intérpretes del Corán, simplemente porque ella dio prueba de un uso permanente dela razón crítica.
Qué decir también de un curriculum como el suyo, el de una ‘alima o sabia, que ha sido el origen de la transmisión pero también el de la elaboración de este vasto patrimonio de la tradición profética o Ahadiths que se transmiten hasta nuestros días en las más grandes universidades islámicas del mundo.
Es en parte gracias a ella que esta segunda fuente de legislación en Islam, que es la Sunna o tradición del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- está entre nosotros hoy.
Fue, según el parecer de todos los sabios la más grande sabia del hadith que ha conocido el mundo musulmán (más de 2.210 ahadiths). Fue, a la muerte del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- su verdadera heredera espiritual.
Su morada fue, hasta su muerte, un lugar de encuentro cultural, de debate, y de saber, ella enseñó a varias generaciones de teólogos musulmanes.
Su partición y su toma de posición políticas son, simplemente, impresionantes, también tanto por la época como por lo que sabe del estatuto sociopolítico de las mujeres musulmanas de hoy, y esto a pesar del hecho de que numerosos comentadores musulmanes han relegado esta contribución a un rincón de la historia, pues una mujer que deja huella en la historia por su saber religioso es todavía aceptable, y esto puede pasar, pero una mujer que se mete en política es totalmente una aberración. Es, incluso, tabú.
Aisha durante toda su vida participó en los asuntos políticos de la época y su opinión fue siempre tomada en cuenta.
Más que eso, ella personifica la primera revuelta de una mujer contra un poder político local.
Es lo que cuenta la historia, en el momento de su célebre salida a lomos de una camello, fuerte en su notoriedad espiritualidad y política, rodeada de una armada de hombres fieles, contra el imam Ali, yerno del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- y emir de los creyentes.
Una batalla de hombres donde ella quiso estar presente a fin de protestar contra el orden político establecido y donde ella encarna un verdadero mando político.
Pero la historia, escrita por hombres, cuando el feminismo –sobre todo cuando éste se reivindica político, desarregla- han inmortalizado este suceso trágico de la historia bajo el banal nombre de “batalla del camello” (por referencia al único camello presente en esta batalla, en este caso el suyo).
¡Y esto con el fin de no recordar el nombre de una mujer por un suceso político de esta envergadura!. ¡Terrible constante de una historia musulmana decididamente misógina!.
Aisha fue también conocida por haber, en su época, ejercido la función de Muftí o jurisconsulto (el que emite opiniones jurídicas en religión o fatawas) notándose, de pasada, que el término está en masculino y a pesar del hecho de que Aisha fue una de las primeras personas en haber ejercido esta función, no se conocerán más mujeres muftís, por el hecho de que el acceso a esta función les
ha sido siempre prohibida hasta hoy en día.
(Sería demasiado largo de describir aquí todas las contribuciones históricas de Aisha, pero se puede citar en resumen algunas como su gran maestría de la lengua árabe y de sus sutilidades de las que ella tenía un alto conocimiento y nadie parecía igualarla en la materia. Ella era también conocida por su gran amor por la poesía árabe. Su contribución en la exégesis coránica era también considerable).
Es pues, antes todas estas realizaciones femeninas, que he tenido la idea de transmitir a través de este modesto escrito, este soplo de emancipación de los primeros tiempos, digo bien, EMANCIPACIÓN, pues con un trayecto como el de Aisha: tradicionalista sin par, juez, política, erudita, exégeta, maestra, poetisa. Se trata muy bien de una mujer emancipada en el sentido más profundo del término.
Y si se le comparara este grado de emancipación con una mujer de nuestro tiempo, sería apropiado describir a Aisha como una mujer emancipada aunque ella viviera hace catorce siglos.
¿Qué significa justamente este término utilizado tanto hoy en la jerga feminista?. Significa ante todo la capacidad de las mujeres a hablar por ellas mismas, la capacidad de las mujeres a alcanzar dominios intelectuales y políticos, pues bien, se puede adelantar, sin riesgos, que Aisha era una mujer emancipada.
La constante evidencia de la encarnación de una mujer emancipada en el alba del Islam no puede ser más que muy inquietante para el que contempla el paisaje musulmán de hoy.
Esto es todo lo contrario, todo lo opuesto de la imagen real o imaginada que se nos propone actualmente de la mujer en el Islam y también en Occidente, ¡más que en tierras del Islam!.
Una mujer que ostenta todos los records de la opresión universal, una mujer víctima de todos los males: analfabetismo, injusticia, ignorancia. Total, una mujer oprimida por el hombre musulmán o árabe por las intransigentes leyes de la temible chari’a islámica, por leyes tribales y, sobre todo, por un Islam totalitario, machista y tiránico.
Entonces, ¿cómo explicar que hace catorce siglos, al principio de la historia del Islam, mujeres como Aisha estaban en la vanguardia de la escena y, contrariamente a lo que se pretende, estas mujeres no ilustraban la excepción, sino que eran más bien la norma?, ¡mujeres que vivieron la llegada del Islam como una liberación!.
¿Por qué oscuro defecto, el Islam ha llegado a ser en nuestros días una religión que veja a la mujer y que ostenta la palma de oro si no es en el monopolio de la sumisión de las mujeres y de su alienación?.
Creo que haría falta aquí ponerse de acuerdo sobre un punto, en mi humilde opinión, muy importante: entre todas las críticas hechas incansablemente al Islam y a los musulmanes, las concernientes al estatuto de la mujer, a pesar de su loca mediatización y a veces instrumentalización deshonesta, se revela ser la más justa, la más verdadera y la más sensata.
La realidad de la situación de la mujer en tierras del Islam es realmente abrumadora, pero es también muy importante diferenciar entre el hecho cultural y la esencia de una religión, entre un mensaje espiritual y sus diversas interpretaciones.
Pues el verdadero problema que se expone no es tanto el Corán en sí mismo sino lo que se ha hecho de este Corán a través de los siglos y siglos de lectura y de interpretación sexista hacia la mujer. Una interpretación rigorista y completamente cerrada de lo religioso que ha legitimado durante toda la historia musulmana voluntariamente o no una verdadera “cultura de discriminación “ en contra de las mujeres.
Es fácil encontrar argumentos coránicos que inferiorizan a la mujer –como algunos en todo texto religioso ya sea la Biblia o la Torah- cuando se practica una lectura literal, estática y que no toma en cuenta la dinámica histórica de las épocas de la revelación.
Es por ello que la mujer musulmana se encontrará “rehén” a pesar de ella, entre dos mundos: un mundo musulmán interior en el cual se le ha usurpado muchos de sus derechos, sino todos, y un mundo exterior no musulmán donde está representada como el prototipo por excelencia de la mujer oprimida, condenada sin piedad a una representación estereotipada implacable.
Partiendo de esta lógica se nos quiere hacer creer a nosotros, musulmanes, que más Islam es más alienación y menos libertades y que en el fondo no habría hoy más que dos cosas posibles: primero, que el único modelo de liberación femenino posible es el que debe evitar toda referencia a lo religioso e imponer por ello un solo modelo de emancipación sobreentendido de tipo occidental y de
ámbito universalista o bien, aceptar sin reserva todo lo que un fiqh o jurisprudencia islámica ha legislado en nombre de una lectura retrógrada de la mujer con menos derechos y más discriminaciones en nombre de lo sagrado.
Entonces, ¿qué elegir? Un verdadero dilema para muchas mujeres musulmanas, incluso si algunas de ellas han elegido. Las que eligieron con conocimiento de causa liberarse de toda referencia religiosa y otras que han preferido cerrar los ojos sobre la negativa de justicia y de equidad de las que ellas son víctimas en nombre de lo religioso.
Quedan las que –creánme, son todavía poco numerosas- reivindican el hecho de ser musulmanas practicantes, siendo muy críticas también tanto con la relación de una cierta percepción del Islam impuesta como críticas hacia un Occidente que quiere imponerles un modelo único de liberación.
No os escondería mi profunda adhesión a esta tercera vía, todavía minoritaria, pero creánme, que harán despacio pero seguramente su camino, el de un empeño por la lucha de los derechos de la mujer desde el interior del Islam en tanto que religión, modo de vida espiritual y según una visión global y contemporánea.
Entonces, ¿de qué se trata mayormente? Se trata de hecho de una dinámica que propone una nueva lectura de los textos religiosos a partir de una perspectiva femenina, es lo que se ha llamado también “la nueva lectura femenina del Islam”.
Un movimiento pro femenino -en el cual hay hombres también- todavía bastante disperso, no muy bien organizado, aún en estado embrionario pero que trabaja en la perspectiva de una verdadera “reapropiación femenina del debate religioso”, pues conscientes que sólo una interpretación correcta de los textos puede garantizar la libertad y la apertura de la mujer musulmana.
Se levantan también voces tanto entre los musulmanes de occidente como en tierras del Islam para reivindicar una relectura a fondo de los textos a fin de revisar las numerosas injusticias cometidas en nombre del Islam hacia las mujeres.
Esta nueva lectura femenina del Islam es portadora de todas las esperanzas y tanto para el Islam y los musulmanes como para “vivir juntos” toda la humanidad.
Esto entra en el cuadro del gran trabajo de reforma que espera a los musulmanes. Estos últimos deben imperativamente salir de su torpeza intelectual y hacer un verdadero trabajo de autocrítica, a pesar de las numerosas agresiones culturales a las cuales les han sometido.
Pues es necesario saber admitir que si la imagen del Islam y de los musulmanes es hoy negativa y da miedo es, en gran parte, a causa de los mismos musulmanes.
La nueva lectura es también portadora de esperanzas en el diálogo intercultural, pues el desconocimiento del Islam con la imagen transmitida en Occidente de un Islam que oprime a las mujeres no facilita el diálogo ni el reconocimiento de una identidad plural, y hablando de una identidad plural que no puede ser efectiva más que en el reconocimiento mutuo.
La fractura Occidente-Islam que parece cada día materializarse un poco más puede ser rehabilitada si, tanto de una parte como de otra, se hace el esfuerzo de “descentrarse” en otros términos de reconocerse en el otro en su humanidad.
Los musulmanes deben revisar su enfoque del mundo occidental y reconocer su diversidad y su aportación cierta a la modernidad humana. Y el Occidente debe, en la misma lógica, abandonar su arrogancia cultural y liberarse de ciertas tendencias que hacen en el discurso paternalista incluso a veces francamente colonialista. Pues no se trata únicamente de tolerar o respetar, sino de hablar de igual a igual.
Y, para terminar sobre una nota femenina, en este diálogo entre civilizaciones la cuestión de la mujer no debe ser utilizada como argumento de doble filo para justificar una cierta lógica de imposición de los valores occidentales que se suponen ser los únicos portadores de la verdadera emancipación.
La mujer musulmana tiene el derecho de elegir sus propias vías para emanciparse.
La referencia occidental no debe estipular una referencia universalista, pues la universalidad de esta humanidad reside justamente en la diversidad humana portadora de todas las riquezas.
Es en este sentido en el que Occidente puede ser un verdadero enriquecimiento para las sociedades islámicas y, más precisamente, para esta cuestión de la mujer en el Islam, destruyendo los miedos, los estereotipos y los clichés sobre el Islam, todos estos males que finalmente arraigan en la ignorancia
mutua.
Es necesario reconocernos, vernos los unos y los otros no a través del prisma de nuestras diferencias deformadas sino, sobre todo, a través de nuestras similitudes humanas y espirituales. Todo sería tanto más fácil por otra parte.
Texto: Aisha ou l’Islam au fémenin (Aisha o el Islam en femenino)
Autora: Asma Lamrabet
Fecha: Marzo/2005
Traducción: Carmen Ortego
Fecha: Diciembre de 2005
Marzo/2005
En el momento de mis búsquedas de saber religioso y de mis lecturas sobre historia islámica, el personaje emblemático de Aisha, esposa del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- me ha, a menudo, interpelado.
Percibía a través de sus dichos, sus actos y sus intervenciones históricas, el perfil de una mujer excepcional, impregnada de una fuerza inquebrantable y de un saber impresionante y esto, a pesar del hecho de que su contribución, su vida, su trayecto, son en general, evocados de una manera muy ingrata y fría en la mayoría de las obras islámicas clásicas.
Pero es forzoso reconocer que a pesar del hecho de que la historia islámica permanece muy reservada en cuanto al aporte de las mujeres musulmanas en general, sin embargo en lo concerniente a Aisha, su impresión ha sido tan determinante en la tradición profética que su nombre ha quedado indeleble en la memoria de las ciencias islámicas.
Y tanto es así que intentando una aproximación más íntima o, dicho de otra forma, de una lectura más próxima a mi sensibilidad de mujer, he descubierto bastante de las facetas no confesadas de este personaje histórico.
Pero, lo que me ha, sin duda, reconfortado más en tanto que mujer yo misma, musulmana y practicante, es el hecho de que su modelo de trayecto sea una increíble actualidad.
Efectivamente, después de esta lectura de la vida de Aisha y a distancia, podría afirmar aquí y sin correr demasiados riesgos, que ella ha personificado un movimiento intelectual femenino francamente vanguardista. Pues Aisha no dejó a lo largo de su vida de reivindicar los derechos en
nombre de su humanidad, de su femineidad y de su espiritualidad.
Así, donde a la hora de una lectura tradicionalista y cerrada del Islam, nos describe el ideal de la mujer musulmana, sin equívoco el de una mujer sumisa, resignada, silenciosa y, sobre todo, ciegamente obediente a su marido, Aisha la esposa preferida del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él-, era ante todo una mujer rebelde, en el verdadero sentido del término, cuya rebelión se hacía siempre en la preocupación de una búsqueda de justicia.
Sus incesantes debates, sus comentarios críticos con el Profeta del Islam –la paz y las bendiciones de Allah sean con él- mismo y sus altercados notorios con los grandes sabios o gobernantes de la época con los que ella estaba a menudo en desacuerdo, son el testimonio ineluctable de su fuerte personalidad y de su sentido agudo de la perspicacia.
Mientras que hoy se nos quiera hacer admitir que para ser musulmán habría que ser menos inteligente, la historia nos muestra que Aisha, no ha cesado nunca de utilizar su inteligencia para impregnarse del sentido de la revelación coránica.
A cada revelación coránica ella era la primera en preguntar al Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- sobre el cómo y el por qué de los versículos.
Es por esto por lo que ella llega a ser enseguida una de las más grandes intérpretes del Corán, simplemente porque ella dio prueba de un uso permanente dela razón crítica.
Qué decir también de un curriculum como el suyo, el de una ‘alima o sabia, que ha sido el origen de la transmisión pero también el de la elaboración de este vasto patrimonio de la tradición profética o Ahadiths que se transmiten hasta nuestros días en las más grandes universidades islámicas del mundo.
Es en parte gracias a ella que esta segunda fuente de legislación en Islam, que es la Sunna o tradición del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- está entre nosotros hoy.
Fue, según el parecer de todos los sabios la más grande sabia del hadith que ha conocido el mundo musulmán (más de 2.210 ahadiths). Fue, a la muerte del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- su verdadera heredera espiritual.
Su morada fue, hasta su muerte, un lugar de encuentro cultural, de debate, y de saber, ella enseñó a varias generaciones de teólogos musulmanes.
Su partición y su toma de posición políticas son, simplemente, impresionantes, también tanto por la época como por lo que sabe del estatuto sociopolítico de las mujeres musulmanas de hoy, y esto a pesar del hecho de que numerosos comentadores musulmanes han relegado esta contribución a un rincón de la historia, pues una mujer que deja huella en la historia por su saber religioso es todavía aceptable, y esto puede pasar, pero una mujer que se mete en política es totalmente una aberración. Es, incluso, tabú.
Aisha durante toda su vida participó en los asuntos políticos de la época y su opinión fue siempre tomada en cuenta.
Más que eso, ella personifica la primera revuelta de una mujer contra un poder político local.
Es lo que cuenta la historia, en el momento de su célebre salida a lomos de una camello, fuerte en su notoriedad espiritualidad y política, rodeada de una armada de hombres fieles, contra el imam Ali, yerno del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- y emir de los creyentes.
Una batalla de hombres donde ella quiso estar presente a fin de protestar contra el orden político establecido y donde ella encarna un verdadero mando político.
Pero la historia, escrita por hombres, cuando el feminismo –sobre todo cuando éste se reivindica político, desarregla- han inmortalizado este suceso trágico de la historia bajo el banal nombre de “batalla del camello” (por referencia al único camello presente en esta batalla, en este caso el suyo).
¡Y esto con el fin de no recordar el nombre de una mujer por un suceso político de esta envergadura!. ¡Terrible constante de una historia musulmana decididamente misógina!.
Aisha fue también conocida por haber, en su época, ejercido la función de Muftí o jurisconsulto (el que emite opiniones jurídicas en religión o fatawas) notándose, de pasada, que el término está en masculino y a pesar del hecho de que Aisha fue una de las primeras personas en haber ejercido esta función, no se conocerán más mujeres muftís, por el hecho de que el acceso a esta función les
ha sido siempre prohibida hasta hoy en día.
(Sería demasiado largo de describir aquí todas las contribuciones históricas de Aisha, pero se puede citar en resumen algunas como su gran maestría de la lengua árabe y de sus sutilidades de las que ella tenía un alto conocimiento y nadie parecía igualarla en la materia. Ella era también conocida por su gran amor por la poesía árabe. Su contribución en la exégesis coránica era también considerable).
Es pues, antes todas estas realizaciones femeninas, que he tenido la idea de transmitir a través de este modesto escrito, este soplo de emancipación de los primeros tiempos, digo bien, EMANCIPACIÓN, pues con un trayecto como el de Aisha: tradicionalista sin par, juez, política, erudita, exégeta, maestra, poetisa. Se trata muy bien de una mujer emancipada en el sentido más profundo del término.
Y si se le comparara este grado de emancipación con una mujer de nuestro tiempo, sería apropiado describir a Aisha como una mujer emancipada aunque ella viviera hace catorce siglos.
¿Qué significa justamente este término utilizado tanto hoy en la jerga feminista?. Significa ante todo la capacidad de las mujeres a hablar por ellas mismas, la capacidad de las mujeres a alcanzar dominios intelectuales y políticos, pues bien, se puede adelantar, sin riesgos, que Aisha era una mujer emancipada.
La constante evidencia de la encarnación de una mujer emancipada en el alba del Islam no puede ser más que muy inquietante para el que contempla el paisaje musulmán de hoy.
Esto es todo lo contrario, todo lo opuesto de la imagen real o imaginada que se nos propone actualmente de la mujer en el Islam y también en Occidente, ¡más que en tierras del Islam!.
Una mujer que ostenta todos los records de la opresión universal, una mujer víctima de todos los males: analfabetismo, injusticia, ignorancia. Total, una mujer oprimida por el hombre musulmán o árabe por las intransigentes leyes de la temible chari’a islámica, por leyes tribales y, sobre todo, por un Islam totalitario, machista y tiránico.
Entonces, ¿cómo explicar que hace catorce siglos, al principio de la historia del Islam, mujeres como Aisha estaban en la vanguardia de la escena y, contrariamente a lo que se pretende, estas mujeres no ilustraban la excepción, sino que eran más bien la norma?, ¡mujeres que vivieron la llegada del Islam como una liberación!.
¿Por qué oscuro defecto, el Islam ha llegado a ser en nuestros días una religión que veja a la mujer y que ostenta la palma de oro si no es en el monopolio de la sumisión de las mujeres y de su alienación?.
Creo que haría falta aquí ponerse de acuerdo sobre un punto, en mi humilde opinión, muy importante: entre todas las críticas hechas incansablemente al Islam y a los musulmanes, las concernientes al estatuto de la mujer, a pesar de su loca mediatización y a veces instrumentalización deshonesta, se revela ser la más justa, la más verdadera y la más sensata.
La realidad de la situación de la mujer en tierras del Islam es realmente abrumadora, pero es también muy importante diferenciar entre el hecho cultural y la esencia de una religión, entre un mensaje espiritual y sus diversas interpretaciones.
Pues el verdadero problema que se expone no es tanto el Corán en sí mismo sino lo que se ha hecho de este Corán a través de los siglos y siglos de lectura y de interpretación sexista hacia la mujer. Una interpretación rigorista y completamente cerrada de lo religioso que ha legitimado durante toda la historia musulmana voluntariamente o no una verdadera “cultura de discriminación “ en contra de las mujeres.
Es fácil encontrar argumentos coránicos que inferiorizan a la mujer –como algunos en todo texto religioso ya sea la Biblia o la Torah- cuando se practica una lectura literal, estática y que no toma en cuenta la dinámica histórica de las épocas de la revelación.
Es por ello que la mujer musulmana se encontrará “rehén” a pesar de ella, entre dos mundos: un mundo musulmán interior en el cual se le ha usurpado muchos de sus derechos, sino todos, y un mundo exterior no musulmán donde está representada como el prototipo por excelencia de la mujer oprimida, condenada sin piedad a una representación estereotipada implacable.
Partiendo de esta lógica se nos quiere hacer creer a nosotros, musulmanes, que más Islam es más alienación y menos libertades y que en el fondo no habría hoy más que dos cosas posibles: primero, que el único modelo de liberación femenino posible es el que debe evitar toda referencia a lo religioso e imponer por ello un solo modelo de emancipación sobreentendido de tipo occidental y de
ámbito universalista o bien, aceptar sin reserva todo lo que un fiqh o jurisprudencia islámica ha legislado en nombre de una lectura retrógrada de la mujer con menos derechos y más discriminaciones en nombre de lo sagrado.
Entonces, ¿qué elegir? Un verdadero dilema para muchas mujeres musulmanas, incluso si algunas de ellas han elegido. Las que eligieron con conocimiento de causa liberarse de toda referencia religiosa y otras que han preferido cerrar los ojos sobre la negativa de justicia y de equidad de las que ellas son víctimas en nombre de lo religioso.
Quedan las que –creánme, son todavía poco numerosas- reivindican el hecho de ser musulmanas practicantes, siendo muy críticas también tanto con la relación de una cierta percepción del Islam impuesta como críticas hacia un Occidente que quiere imponerles un modelo único de liberación.
No os escondería mi profunda adhesión a esta tercera vía, todavía minoritaria, pero creánme, que harán despacio pero seguramente su camino, el de un empeño por la lucha de los derechos de la mujer desde el interior del Islam en tanto que religión, modo de vida espiritual y según una visión global y contemporánea.
Entonces, ¿de qué se trata mayormente? Se trata de hecho de una dinámica que propone una nueva lectura de los textos religiosos a partir de una perspectiva femenina, es lo que se ha llamado también “la nueva lectura femenina del Islam”.
Un movimiento pro femenino -en el cual hay hombres también- todavía bastante disperso, no muy bien organizado, aún en estado embrionario pero que trabaja en la perspectiva de una verdadera “reapropiación femenina del debate religioso”, pues conscientes que sólo una interpretación correcta de los textos puede garantizar la libertad y la apertura de la mujer musulmana.
Se levantan también voces tanto entre los musulmanes de occidente como en tierras del Islam para reivindicar una relectura a fondo de los textos a fin de revisar las numerosas injusticias cometidas en nombre del Islam hacia las mujeres.
Esta nueva lectura femenina del Islam es portadora de todas las esperanzas y tanto para el Islam y los musulmanes como para “vivir juntos” toda la humanidad.
Esto entra en el cuadro del gran trabajo de reforma que espera a los musulmanes. Estos últimos deben imperativamente salir de su torpeza intelectual y hacer un verdadero trabajo de autocrítica, a pesar de las numerosas agresiones culturales a las cuales les han sometido.
Pues es necesario saber admitir que si la imagen del Islam y de los musulmanes es hoy negativa y da miedo es, en gran parte, a causa de los mismos musulmanes.
La nueva lectura es también portadora de esperanzas en el diálogo intercultural, pues el desconocimiento del Islam con la imagen transmitida en Occidente de un Islam que oprime a las mujeres no facilita el diálogo ni el reconocimiento de una identidad plural, y hablando de una identidad plural que no puede ser efectiva más que en el reconocimiento mutuo.
La fractura Occidente-Islam que parece cada día materializarse un poco más puede ser rehabilitada si, tanto de una parte como de otra, se hace el esfuerzo de “descentrarse” en otros términos de reconocerse en el otro en su humanidad.
Los musulmanes deben revisar su enfoque del mundo occidental y reconocer su diversidad y su aportación cierta a la modernidad humana. Y el Occidente debe, en la misma lógica, abandonar su arrogancia cultural y liberarse de ciertas tendencias que hacen en el discurso paternalista incluso a veces francamente colonialista. Pues no se trata únicamente de tolerar o respetar, sino de hablar de igual a igual.
Y, para terminar sobre una nota femenina, en este diálogo entre civilizaciones la cuestión de la mujer no debe ser utilizada como argumento de doble filo para justificar una cierta lógica de imposición de los valores occidentales que se suponen ser los únicos portadores de la verdadera emancipación.
La mujer musulmana tiene el derecho de elegir sus propias vías para emanciparse.
La referencia occidental no debe estipular una referencia universalista, pues la universalidad de esta humanidad reside justamente en la diversidad humana portadora de todas las riquezas.
Es en este sentido en el que Occidente puede ser un verdadero enriquecimiento para las sociedades islámicas y, más precisamente, para esta cuestión de la mujer en el Islam, destruyendo los miedos, los estereotipos y los clichés sobre el Islam, todos estos males que finalmente arraigan en la ignorancia
mutua.
Es necesario reconocernos, vernos los unos y los otros no a través del prisma de nuestras diferencias deformadas sino, sobre todo, a través de nuestras similitudes humanas y espirituales. Todo sería tanto más fácil por otra parte.
Texto: Aisha ou l’Islam au fémenin (Aisha o el Islam en femenino)
Autora: Asma Lamrabet
Fecha: Marzo/2005
Traducción: Carmen Ortego
Fecha: Diciembre de 2005