16/5/17

¿Por qué ayunan los musulmanes?

 ¿Por qué ayunan los musulmanes? (parte 1 de 2)

Descripción: El ayuno prescrito en todas las religiones, el estado del ayuno, y los diferentes niveles de ayuno.
Por Dr. Bilal Philips
Fuente: The Religion of Islam (La Religión del Islam)

La mayoría de nosotros que estamos luchando la batalla contra la gordura hemos experimentado alguna clase de ayuno, como un ayuno de frutas, un ayuno de agua o un ayuno libre de azúcar, lo que ustedes quieran. Pero lo que muchos pueden encontrar extraño e intrigante en una nación entera de personas –hombres o mujeres, ancianos o jóvenes, ricos o pobres– es que  estén por completo sin comida ni bebida desde el amanecer hasta el ocaso durante un mes entero: Ramadán. ¿Cuál es el significado de Ramadán más allá de horas de trabajo más cortas? ¿No es una práctica muy dura? ¿Es sólo un tiempo en el cual los musulmanes duermen y ayunan y difícilmente trabajan todo el día; y comen, disfrutan y permanecen despiertos toda la noche? ¿Cuál es realmente el espíritu de Ramadán?

El ayuno prescrito en todas las religiones

En español “ayunar” significa abstenerse de comida o de ciertas clases de comida voluntariamente, como una observancia de un día sagrado o como una señal de duelo, pena o arrepentimiento. Esta práctica puede ser hallada en la mayoría de las principales religiones del mundo. Por ejemplo, en el hinduismo, ayunar en sánscrito es llamado upavaasa. Los hindúes devotos observan el ayuno en ocasiones especiales como una señal de respeto a sus dioses personales o como una parte de su penitencia. La mayoría de los hindúes devotos ayuna regularmente o en ocasiones especiales como festivales. En esos días, ellos no comen en absoluto, comen una vez o sólo lo hacen con frutas o una dieta especial de comida simple. Para los judíos, el día de Yom Kippur (Día de la Expiación) es el último de los “Diez Días de Arrepentimiento”, observado en el 10 de Tishri.  Está prohibido en ese día comer, beber, lavar, vestir cuero o tener relaciones sexuales. 
Adicionalmente, las prohibiciones sobre el trabajo similares a aquellas en el Sabbath son obligatorias. También, debe notarse que se ha registrado en la Tora que Moisés (la paz sea con él) ayunó.
 “Moisés estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan ni bebió agua...” (Éxodo 34:28)
Para los católicos, la Cuaresma es la temporada principal de ayuno, en imitación al ayuno de cuarenta días de Jesús (la paz sea con él). En el siglo cuarto era observada como seis semanas de ayuno antes de la Pascua o antes de la Semana Santa. Fue ajustada a cuarenta días de ayuno real en la mayoría de lugares en el siglo séptimo. Se registra en los Evangelios que Jesús (la paz sea con él) ayunó como Moisés.
“Después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre”. (Mateo 4:2 y Lucas 4:2)
Es en este contexto que Dios dice en el Corán:
¡Oh, creyentes! Se os prescribió el ayuno al igual que a quienes os precedieron para que alcancéis la piedad”. (Corán 2:183)

Entre las mejores acciones de bien

Aunque en la mayoría de las religiones el ayuno es para la expiación o purgación del pecado, en el Islam es primariamente para acercarse a Dios, como dice en el versículo mencionado anteriormente. Dado que la conciencia de Dios es el prerrequisito para la rectitud, se hace gran énfasis sobre el ayuno en el Islam. Por lo tanto, no es sorprendente encontrar que cuando al Profeta Muhammad (que la paz y la misericordia de Dios sean con él) le fue preguntado: “¿Cuál es la mejor acción?” El contestó: “Ayunar, pues no hay nada igual a ello”. (An-Nasa’i)
Hay tantos niveles de ayuno como hay facetas del ser humano. El ayuno apropiado debe englobar todas las dimensiones de la existencia humana para que tenga el efecto pretendido divinamente. Los siguientes son algunos de los principales niveles del ayuno:

Los niveles de ayuno

El nivel ritual

Este nivel de ayuno requiere que las reglas básicas del ayuno sean cumplidas, las cuales son evitar la comida, bebida y relaciones sexuales entre el amanecer y el ocaso, durante 29 o 30 días cada año. En este nivel, uno básicamente está siguiendo la letra de las leyes acerca del ayuno sin consideración particular por el espíritu del ayuno. Es el nivel de entrada que debe ser cumplido para que el ayuno sea islámicamente correcto, pero los otros niveles deben ser adicionados para que el ayuno tenga cualquier impacto real sobre el ayunante. Ayunar sólo en este nivel no beneficiará a la persona espiritualmente, excepto desde la perspectiva de la sumisión a las instrucciones divinas, si uno escoge seguir el ritual conscientemente y no puramente de acuerdo con la tradición. Por lo tanto, por sí mismo, el nivel ritual no purificará o expiará a la persona del pecado.

El nivel físico

Ayunar en el nivel “físico” causa que la persona que ayuna experimente hambre y sed cuando se observa la forma profética (Sunnah) de ayunar. El Profeta Muhammad solía consumir una comida muy ligera antes del amanecer (suhur) y una comida moderada (iftar) para romper el ayuno en el ocaso, evitando escrupulosamente llenar su estómago. Se reporta que él dijo:
“El peor recipiente que un ser humano puede llenar es su estómago. Unos pocos bocados de comida para mantener derecha la espalda de una persona son suficientes. Sin embargo, si sus deseos lo vencen, entonces que coma un tercio, beba un tercio y dejen un tercio para respirar”. (Ibn Mayah)
El Profeta solía romper su ayuno con unos pocos dátiles frescos o secos y un vaso de agua justo antes de empezar la oración de la puesta del sol. Este nivel permite que la persona que ayuna experimente el hambre y la sed y, por lo tanto, desarrolle empatía por aquellos que sufren hambre o sed en otras partes del mundo.

Beneficios médicos

En el nivel físico, algunos químicos en el cerebro que transmiten mensajes y crean sentimientos, llamados neurotransmisores, son afectados por el ayuno. El ayuno estimula el sistema neurotransmisor de endorfina, relacionado con la sensación de bienestar y euforia, para que produzca más endorfinas y, de hecho, nos hace “sentir” mejor. Esto es similar al efecto del ejercicio (pero sin el trabajo físico). También, ha sido notado por parte de expertos médicos que el ayuno mejora la salud física en numerosas formas. Por ejemplo, durante el ayuno el cuerpo usa colesterol (grasa) almacenado que con frecuencia es depositado en el sistema sanguíneo, así como en otras áreas grasas del cuerpo. Por lo tanto, esto ayuda a mantener el cuerpo firme y minimiza el peligro de ataques del corazón.
La diferencia entre el nivel ritual y el nivel físico es que una persona que hace sólo ayuno ritual puede comer grandes cantidades de comida antes de empezar el ayuno e inmediatamente después de terminarlo y, por lo tanto, no siente ninguna hambre o sed a lo largo de todo el mes. Sin embargo, como el nivel uno, si la persona que ayuna no incorpora los otros niveles de ayuno, el ayuno sólo será físicamente agotador. El Profeta dijo:
“Tal vez una persona que ayuna no obtendrá nada más que hambre y sed del ayuno”. (Ibn Mayah)

¿Por qué ayunan los musulmanes? (parte 2 de 2)

  Descripción: Los diferentes niveles de ayuno: el nivel libidinal, el nivel emocional, el nivel psicológico y los niveles espirituales.
Por Dr. Bilal Philips






El nivel libidinal 


El instinto y los impulsos sexuales (libido) son controlados en este nivel de ayuno. En estos tiempos cuando los medios de comunicación continuamente juegan con los deseos sexuales para promover y vender productos, la habilidad para controlar estos poderosos deseos es un punto a favor. Ayunar físicamente reduce el deseo sexual; y el hecho de que la persona que ayuna tenga que evitar cualquier cosa que la pueda estimular psicológicamente ayuda a bajar más la libido. El Profeta Muhammad (que la paz y la misericordia de Dios sean con él) dijo: “Oh jóvenes, quien de ustedes sea capaz de casarse que lo haga, pues ello resguarda los ojos y protege las partes privadas. Aquel que no sea capaz de casarse debe ayunar, porque es un escudo”. (Sahih Al-Bujari). Al restringirse a sí misma de actos sexuales que son permisibles, la persona que ayuna hace más fácil para sí abstenerse de actos sexuales prohibidos cuando no esté ayunando. 

El nivel emocional. 


Ayunar en este nivel implica controlar las muchas emociones negativas que hierven en la mente y el alma humanas. Por ejemplo, entre las más destructivas está la ira. Ayunar ayudar a poner esta emoción bajo control. El Profeta Muhammad dijo: “Cuando uno de ustedes está ayunando debe abstenerse de actos indecentes y la charla innecesaria; y si alguien inicia una conversación obscena o trata de establecer una discusión, él debe simplemente decirle: ‘estoy ayunando’”. (Sahih Al-Bujari) Por lo tanto, en este nivel, las emociones negativas que desafíen a la persona que ayuna deben ser evitadas. Uno debe abstenerse de la conversación lasciva y de las discusiones acaloradas. Incluso cuando uno esté en su derecho, es mejor dejar que ese derecho se pierda y mantener intacto nuestro ayuno emocional. De la misma forma, la emoción negativa de los celos es reducida, ya que toda persona que ayuna es reducida al denominador común de la abstinencia; nadie es superior externamente a otro en este sentido. 

El nivel psicológico


Este nivel ayuda a la persona que ayuna a controlar psicológicamente los pensamientos malignos y la entrena, hasta cierto punto, para superar la tacañería y la codicia. Se reportó que el Profeta dijo: “Dios no tiene necesidad del hambre y la sed de la persona que no se abstiene a sí misma de decir mentiras y actuar con base en ellas mientras observa el ayuno”. (Sahih Al-Bujari) En esta era de gratificación inmediata, cuando las cosas del mundo son usadas para satisfacer las necesidades y deseos humanos casi tan pronto los sienten, la habilidad para retrasar la gratificación es una capacidad importante. Lo que está entre la gratificación inmediata y la gratificación retrasada es la paciencia. Durante el ayuno, los creyentes aprenden la paciencia y los beneficios de ella. Desde una perspectiva psicológica, es bueno estar algo desapegado de las cosas del mundo. No hay nada malo con disfrutar de una buena y completa vida –de hecho, uno puede y debe esperar eso–. Sin embargo, es importante que las personas seamos capaces de desprendernos de las cosas materiales para que no se vuelvan la parte más importante de nuestras vidas. Ayunar le da a uno la oportunidad de superar las muchas adicciones que se han vuelto una parte importante de la vida moderna. La comida, para muchas personas, provee confort y alegría, y la habilidad para separarse uno mismo de ella les da a las personas que ayunan el beneficio psicológico de saber que ellos tienen algún grado de control sobre lo que hacen y lo que no hacen. 

El nivel espiritual 


 Con el fin de establecer esto –el nivel más alto y más importante del ayuno, el nivel de la conciencia de Dios– el Profeta Muhammad hizo de la renovación de la intención de ayunar un requerimiento antes de cada día de ayuno. Se reporta que él dijo: “Quien quiera que no tenga la intención de ayunar antes del Fayer (el amanecer) no tendrá ayuno”. (Abu Dawud). La renovación diaria de la intención ayuda a establecer un fundamento espiritual de sinceridad, esencial para que operen los efectos de la limpieza espiritual del ayuno. El ayuno sincero purifica y expía del pecado, y el Profeta dijo: “Quien ayune en Ramadán con fe sincera y buscando la recompensa de Dios, le serán perdonados sus pecados previos”. También, se reportó que dijo: “De un Ramadán hasta el siguiente está la expiación por los pecados entre ellos”. El ayuno sincero nos acerca a Allah y nos hace ganar una recompense especial. El Profeta informó que hay una puerta en el Paraíso llamada Raian, reservada para aquellos que ayunan. También dijo: “Cuando viene Ramadán, las puertas del Paraíso son abiertas”. (Sahih Al-Bujari) El ayuno es algo entre la persona y Dios, dado que nadie puede estar seguro si de verdad una persona está de hecho ayunando. Debido a este aspecto íntimo del ayuno, el Profeta nos narró que Dios dijo: “Cada acto de los descendientes de Adán es para ellos, excepto el ayuno. Es intencionado para Mí solamente, y Yo solamente recompensaré por él”. (Sahih Muslim). Cuando se combina con los niveles previos del ayuno, este nivel transforma a una persona desde adentro. Restaura, revive y regenera la espiritualidad de la persona que ayuna, y modifica radicalmente su personalidad y su carácter. Estos son los preciosos productos de un estado elevado de conciencia de Dios. En el primer día del mes siguiente, luego de que otra luna nueva se ha avistado, una celebración especial es realizada, llamada Eid Al-Fitr. Una cantidad de comida básica es donada a los pobres (Zakat Al-Fitr); todos se han bañado y se han puesto sus mejores ropas, preferiblemente ropas nuevas, y se hacen oraciones comunitarias temprano en la mañana, seguidas de la fiesta y la visita a familiares y amigos. Hay otros días de ayuno a lo largo del año. Los musulmanes son alentados a ayunar seis días en Shawwal –el mes siguiente a Ramadán– los lunes y los jueves, y el noveno y el décimo o el décimo y el décimo primero del Muharram –el primer mes del año–. El día décimo, llamado Ashurah, es también un día de fiesta para los judíos (Yom Kippur), y Dios ordenó a los musulmanes ayunar dos días para distinguirse de la Gente del Libro. Mientras el ayuno per se es alentado, el ayuno constante, así como el monacato, el celibato o retirarse del mundo real, son condenados en el Islam. Hacer el ayuno en días de fiesta –como Eid Al-Fitr, Eid Al-Adha y la fiesta del Hayy– está estrictamente prohibido.

8/5/17

Descolonizando el Islam. Por Wadia N-Duhni

Cuando alguien dice “El islam es una religión patriarcal” lo primero que contesto, sin acritud, es que el islam ni es una religión, ni es patriarcal. Parafraseando a Sirin Adlbi Sibai, autora de “La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento islámico decolonial”, el Islam no es una religión, entendiendo religión como una extrapolación del concepto cristiano-céntrico y occidental-céntrico a través de lo que ella denomina “la colonialidad de la religión”; puesto que el Islam carece de dogmas, doctrinas, instituciones o jerarquías religiosas, representantes de Dios en la tierra, o intermediarios religiosos.
El concepto “patriarcal” también es otro secuestro de la colonialidad cristiano-céntrica hegemónica. En el Islam, Dios no es padre. Dios es el Creador. No tiene género ni número, no ha engendrado ni ha sido engendrado. Jesús es el profeta del cristianismo, no su hijo. Todo esto aleja al Islam del concepto “patriarcal”. Además, ante la pregunta: ¿Quién es más merecedor de un buen trato?, el profeta del Islam (la paz sea con él) respondió “Tu madre” tres veces consecutivas antes de decir “Tu padre” –y sólo una. Tres veces antes están las madres en el Islam a la hora de establecer un trato benévolo y complaciente. Otra de las afirmaciones del profeta del Islam fue: “El mejor entre vosotros es aquel que mejor trata a su mujer”. Ese es el estatus que el Islam confirió a las mujeres en general, sin necesidad de que sean madres, y a las madres en particular. Un estatus muy patriarcal y misógino, ¿eh?
 Otro asunto radicalmente diferente pudiera ser, por cierto, lo que las sociedades árabes, patriarcales y misóginas han prostituido de ese estatus original de la mujer para su propio beneficio. Sólo hace falta transportarnos a países como Irán o Arabia Saudí para entender que lo que sucede allí no es más que el incumplimiento más radical y repulsivo de las enseñanzas de nuestro querido profeta, que era el reflejo de un islam espiritual y no político, aún no contaminado por el poder y el privilegio ilícito y degradante de los actuales y corruptos líderes y jeques árabes.

Por otro lado, el Islam persigue el equilibrio y la justicia social, y no hay equilibrio ni justicia social si no hay justicia de género.
Cuando explico con mucho orgullo que reivindico la justicia de género desde mi deber islámico, lo digo por una razón de fe muy poderosa. Hay una enseñanza del profeta del Islam que dice así: “Quien de vosotros vea una mala acción/injusticia, que intervenga (acción), si no puede intervenir, que lo condene con su lengua, y si no pudiera con su lengua, entonces que lo desapruebe en su corazón, y esto último es la mínima manifestación de la fe”.
El impacto de estas palabras es, así, poderosísimo: callar ante cualquier opresión no es una actitud islámica. El Islam no es pasivo, nos insta a la acción. No nos permite presenciar o ser víctimas de una opresión, la que fuera, y callar, aguantar, o mirar para otro lado. Cuando presenciamos una injusticia tenemos que intentar cambiarla. El concepto de poner la otra mejilla no es un concepto islámico.
Además, en el Islam no existe el “pecado original”. Todos los seres humanos nacemos libres de culpa y de pecado, razón por la cual el sacramento del bautismo no es una práctica islámica. Según la tradición islámica, Eva y Adán desobedecieron la palabra de Dios, sí, pero ella no fue en ningún momento la instigadora de la desobediencia, y, por lo tanto, asume la misma culpa que Adán, ni un grado más. Esto da lugar a tres revolucionarias interpretaciones: ni las mujeres somos fuentes de pecado, ni nacemos culpables, ni ningún ser humano carga a sus espaldas la responsabilidad de los pecados de otro.

27/4/17

Las señales de Dios están por todas partes

Este mundo tiene un Dios. Él es su Creador y Señor. La mayor prueba de la existencia de Dios es el mundo mismo, que se extiende a nuestro alrededor en toda su vastedad y complejidad, dando testimonio de la existencia de un gran Dios, Quien, en Su infinito poder, lo controla. Si no tuviéramos más opción que creer en el mundo, no tendríamos más opción que creer en Dios también, pues el mundo no tendría sentido si no aceptamos la existencia de un Hacedor y Amo junto con él. Miremos la forma tan exquisita con que el mundo ha sido configurado. ¿Cómo podría ser así si no hubiera un Creador? Miremos el orden perfecto que en él se mantiene. ¿Podría ser así si nadie lo controlara? La respuesta, por supuesto, es que no podría ser. La verdad es que, así como el ser humano está obligado a creer en el mundo que lo rodea, también está obligado a creer en Dios.

Supongamos que ponemos un guijarro en el torno de un alfarero y luego giramos el volante muy rápido. El guijarro, por supuesto, saldrá volando, a  pesar de que el torno de un alfarero difícilmente puede alcanzar una velocidad de 40 Km/h. Ahora, pensemos por un momento que la Tierra en que vivimos también está girando, pero a una velocidad mucho mayor que el torno del alfarero, y aun así no salimos volando. La Tierra gira sobre su eje a una velocidad de 1.600 Km/h, mucho más rápido que el avión de pasajeros promedio, y sin embargo nos movemos por su superficie y vivimos nuestras vidas diarias sin ningún temor de ser expulsados como el guijarro del torno del alfarero. Esto en sí mismo es un milagro. La explicación que los científicos le dan a esto es que la Tierra nos empuja con mucha fuerza desde abajo, mientras que la presión atmosférica sobre nosotros nos presiona contra el suelo. Una fuerza que nos atrae desde abajo y una delgada capa de aire de 800 Km de espesor que nos envuelve, son en sí mismas milagro suficiente, y decir que ellas explican el que no seamos expelidos hacia el espacio es darle todavía mayor crédito a la naturaleza milagrosa de nuestro mundo.

De hecho, todo en este mundo es un milagro. Solo pensemos en lo que ocurre cuando ponemos pequeñas semillas en el suelo. Cada planta tiene su apariencia, sabor y fragancia distintivos y, de acuerdo con su especie, le brinda ciertos beneficios a la humanidad.
En todo nuestro entorno, un mundo entero de diversidad y proporciones milagrosas se extiende ante nuestros ojos. Por otra parte, en cada instante, una gran variedad de formas de vida está continuamente entrando en existencia, sin ninguna ayuda del ser humano. Incluso si todos los seres humanos en este mundo se unieran, no podrían crear ni siguiera un pequeño grano de arena. Todo esto equivale a un milagro de proporciones tan sorprendentes, que las palabras nos faltan para describirlo. Cuando tratamos de hacerlo, solo lo degradamos, porque somos incapaces de hacerle justicia con palabras humanas. Todo lo que podemos hacer es mirar maravillados y preguntarnos: “Además de Dios, ¿qué podría haber manifestado semejante milagro?”.
Todo en este mundo está hecho de átomos. En su análisis final, todo objeto es una colección de estas partículas diminutas. Y, sin embargo, por algún milagro extraño, cuando estos átomos se unen en ciertas proporciones, forman el deslumbrante globo solar; y cuando los mismos átomos se unen en otro lugar en proporciones distintas, fluyen en cascadas; mientras que en otros lugares toman el lugar de brisas sutiles o de suelo fértil. Todas estas cosas están hechas de los mismos átomos, pero la naturaleza y las propiedades de cada objeto separado son muy distintas.

Este mundo milagroso le proporciona a la humanidad recursos infinitos que esta pone a buen uso cada vez que aprende a aprovecharlos. Suministros masivos que le proporcionan todo lo que necesita para vivir son acumulados de manera continua, y el hombre mismo tiene que hacer muy poco para utilizarlos. Tomemos por ejemplo la comida que comemos, solo tenemos que estirar la mano para obtener cantidades enormes de nutrientes valiosos. Una vez los tiene en su poder, la persona solo tiene que mover las manos y la mandíbula para que el alimento llegue a su estómago. Y luego, sin ningún esfuerzo de su parte, la comida es absorbida por el cuerpo y convertida en carne, sangre, huesos, uñas, cabello y otras partes del cuerpo humano.
Otro ejemplo es el petróleo, un fenómeno terrestre; todo lo que tiene que hacer el ser humano es extraerlo del suelo, refinarlo y ponerlo en sus máquinas y, de manera sorprendente, el combustible líquido mantiene todo el mecanismo de su civilización funcionando sin problemas. Innumerables recursos de este tipo han sido creados en este mundo, y existen en cantidades suficientes para satisfacer las necesidades de la humanidad. El papel del hombre en hacer que estas cosas existan o en cambiarlas a una forma útil, es relativamente pequeño. Gracias a ello, con un esfuerzo mínimo tiene sus ropas, casas, muebles, máquinas, vehículos y todos los demás componentes y accesorios de su civilización. ¿Estos hechos no son prueba suficiente de que existe un Hacedor y un Señor del mundo?

Pero no debemos olvidar que hay otra cara de esto. La naturaleza que nos rodea contribuye a la pureza y la belleza del mundo, a pesar de lo que hemos hecho con ella. Tenemos mucho petróleo refinado y hemos hecho muchas máquinas de hierro, pero también hemos llenado la tierra y los mares con corrupción. Hemos convertido el mundo en un campo de humo, ruido, polución, vandalismo y guerra. Hemos llevado estas cosas a tal extremo que muy a menudo parece no haber solución para los problemas que la humanidad ha creado a nuestro alrededor. El mundo que nos rodea logra mucho más que lo que la humanidad hace. No hay problemas creados por la obra de la naturaleza, mientras que el trabajo del ser humano está siempre plagado de problemas.
La Tierra gira sin cesar en dos sentidos, sobre su propio eje y en su órbita, pero no crea ningún ruido en el proceso. Un árbol trabaja del mismo modo que una gran fábrica, pero no emite humo. A diario, un sinnúmero de criaturas muere en el mar, pero no contamina el agua. El universo ha estado funcionando de acuerdo con el orden divino durante miles de millones de años sin haber tenido que ser reorganizado, pues todo en la forma que está organizado es perfecto. Hay incontables estrellas y planetas moviéndose por el espacio, que mantienen su velocidad y nunca se quedan rezagados ni exceden su ritmo. Todos estos milagros son de primer orden son, de lejos, más maravillosos que cualquier cosa creada por el ser humano y ocurren a cada instante en este mundo nuestro. ¿Qué otra prueba podemos necesitar de que el poder de un Gran Dios está detrás de este mundo?

Cuando nos fijamos en las distintas formas de vida, atestiguamos un espectáculo sorprendente. Ciertos objetos materiales se unen en un solo cuerpo y se convierte en una criatura como un pez que nada en el agua, o un pájaro que vuela en los cielos. De la gran cantidad de criaturas que abundan en la Tierra, la de mayor interés para nosotros es el ser humano. De un modo que es un misterio para nosotros, este está moldeado en una forma bien proporcionada. Los huesos dentro de él toman la forma significativa del esqueleto que es cubierto con carne y sellado con una capa de piel, de la que brotan cabellos y uñas. Con la sangre corriendo por los canales dentro de este marco, la suma de todo esto da como resultado a un ser humano que camina, sostiene cosas en sus manos, oye, huele, saborea, tiene una mente que recuerda cosas, acumula información, la analiza y la expresa en el habla y en la escritura.
La formación de un ser tan sorprendente a partir de material inerte es más que un milagro. Las partículas de las que está compuesto el ser humano son las mismas que componen la tierra y la piedra, pero ¿acaso alguna vez hemos escuchado a un poco de tierra hablar o hemos visto a una piedra caminar por ahí? La palabra milagroso es apenas suficiente para describir las capacidades del ser humano, pero ¿qué más hay para este caminar, hablar, pensar, sentir, que lo distinga de la tierra y la piedra? Este factor es la vida.


El ser humano solo tiene que pensar en la naturaleza de su propio ser para entender la naturaleza de Dios. El ser, el ego en los humanos, tiene una individualidad propia que es muy distinta a la de los demás seres de su propia especie que viven en esta Tierra. El ego del ser humano está absolutamente seguro de su propia existencia, es la parte del ser humano que piensa, siente, forma opiniones, tienen intenciones y las pone en práctica. También decide por sí mismo qué curso de acción tomar. Por lo tanto, todo ser humano es una personalidad separada con una voluntad y un poder propios. Creer en Dios es similar a creer en uno mismo ya que está sujeto a un proceso mental similar. Para explicar esto más a fondo, Allah dice en el Corán que el ser humano es en sí mismo una amplia evidencia para sí; de la misma manera, uno solo tiene que mirar su propia sorprendente creación para afirmar la existencia de Dios.


La gente exige alguna prueba milagrosa antes de creer en la verdad de Dios y Su mensaje. Pero ¿qué mayor prueba requieren cuando tienen el milagro del universo entero que ha estado funcionando perfectamente durante millones de años en la más vasta de las escalas? Si el incrédulo no está preparado para aceptar semejante milagro tan grandioso, ¿cómo va a despejar sus dudas viendo milagros más pequeños? En verdad, el ser humano ha sido dotado con todo lo que necesita para que pueda creer en Dios y luego ponerse a Su servicio. Si a pesar de esto él no cree en Dios y no reconoce el poder y la perfección de Dios, entonces es él mismo y nadie más quien tiene la culpa.

Quien ha encontrado a Dios ha encontrado todo. Después de descubrir a Dios, ya no queda ningún descubrimiento por hacer. Por lo tanto, cuando una persona ha descubierto a Dios toda su atención se enfoca en Él. Dios se convierte para él en una fortuna que atesora, y a partir de entonces es a Él a quien recurre para todas sus necesidades materiales y espirituales.
Supongamos que alguien se come una manzana, pero no detecta en ella ningún sabor ni recibe de ella ningún nutriente. Podría decirse que no se ha comido ninguna manzana, solo algo que parece una manzana. Lo mismo puede decirse sobre darse cuenta de la existencia de Dios. Alguien que realmente ha descubierto a Dios saboreará felizmente la esencia de esa experiencia; pero cualquiera que afirme haber descubierto a Dios sin esa sensación de euforia, sin duda no ha hecho tal descubrimiento, solo ha descubierto algo que erróneamente cree que es Dios, como quien se come una manzana falsa y no obtiene de ella ninguna satisfacción.


El mundo de Dios es una colección de átomos. En su forma elemental, todo consiste del mismo tipo de material inerte; pero Dios ha moldeado esta materia en una incontable diversidad de formas: luz, calor, vegetación y agua. 
Él también ha investido a la materia inerte con las propiedades de color, sabor y olor; y por todas partes Él ha puesto las cosas en movimiento, controlándolo cuidadosamente por medio de la gravedad. Descubrir al Dios que ha creado tal mundo es mucho más que adquirir un credo seco, significa llenarse el corazón y el alma con el brillo radiante de la luz divina y abrir la mente propia a la belleza y delicadeza increíbles.

Cuando comemos frutas deliciosas, esto nos da una gran sensación de disfrute. Cuando un niño hermoso nace de una pareja, su alegría no conoce límites. Entonces, ¿qué hay de nuestra experiencia de Dios, que es la fuente de toda belleza, alegría y virtud? ¿Puede uno mantenerse impasible al descubrirlo a Él? Esto es algo difícil de imaginar, pues una experiencia tan sublime ciertamente deja su marca en uno. 

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15/3/17

AISHA O EL ISLAM EN FEMENINO

Autora: Asma Lamrabet
Marzo/2005

En el momento de mis búsquedas de saber religioso y de mis lecturas sobre historia islámica, el personaje emblemático de Aisha, esposa del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- me ha, a menudo, interpelado.

Percibía a través de sus dichos, sus actos y sus intervenciones históricas, el perfil de una mujer excepcional, impregnada de una fuerza inquebrantable y de un saber impresionante y esto, a pesar del hecho de que su contribución, su vida, su trayecto, son en general, evocados de una manera muy ingrata y fría en la mayoría de las obras islámicas clásicas.

Pero es forzoso reconocer que a pesar del hecho de que la historia islámica permanece muy reservada en cuanto al aporte de las mujeres musulmanas en general, sin embargo en lo concerniente a Aisha, su impresión ha sido tan determinante en la tradición profética que su nombre ha quedado indeleble en la memoria de las ciencias islámicas.
Y tanto es así que intentando una aproximación más íntima o, dicho de otra forma, de una lectura más próxima a mi sensibilidad de mujer, he descubierto bastante de las facetas no confesadas de este personaje histórico.
Pero, lo que me ha, sin duda, reconfortado más en tanto que mujer yo misma, musulmana y practicante, es el hecho de que su modelo de trayecto sea una increíble actualidad.

Efectivamente, después de esta lectura de la vida de Aisha y a distancia, podría afirmar aquí y sin correr demasiados riesgos, que ella ha personificado un movimiento intelectual femenino francamente vanguardista. Pues Aisha no dejó a lo largo de su vida de reivindicar los derechos en
nombre de su humanidad, de su femineidad y de su espiritualidad.

Así, donde a la hora de una lectura tradicionalista y cerrada del Islam, nos describe el ideal de la mujer musulmana, sin equívoco el de una mujer sumisa, resignada, silenciosa y, sobre todo, ciegamente obediente a su marido, Aisha la esposa preferida del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él-, era ante todo una mujer rebelde, en el verdadero sentido del término, cuya rebelión se hacía siempre en la preocupación de una búsqueda de justicia.

Sus incesantes debates, sus comentarios críticos con el Profeta del Islam –la paz y las bendiciones de Allah sean con él- mismo y sus altercados notorios con los grandes sabios o gobernantes de la época con los que ella estaba a menudo en desacuerdo, son el testimonio ineluctable de su fuerte personalidad y de su sentido agudo de la perspicacia.

Mientras que hoy se nos quiera hacer admitir que para ser musulmán habría que ser menos inteligente, la historia nos muestra que Aisha, no ha cesado nunca de utilizar su inteligencia para impregnarse del sentido de la revelación coránica.

A cada revelación coránica ella era la primera en preguntar al Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- sobre el cómo y el por qué de los versículos.
Es por esto por lo que ella llega a ser enseguida una de las más grandes intérpretes del Corán, simplemente porque ella dio prueba de un uso permanente dela razón crítica.

Qué decir también de un curriculum como el suyo, el de una ‘alima o sabia, que ha sido el origen de la transmisión pero también el de la elaboración de este vasto patrimonio de la tradición profética o Ahadiths que se transmiten hasta nuestros días en las más grandes universidades islámicas del mundo.
Es en parte gracias a ella que esta segunda fuente de legislación en Islam, que es la Sunna o tradición del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- está entre nosotros hoy.
Fue, según el parecer de todos los sabios la más grande sabia del hadith que ha conocido el mundo musulmán (más de 2.210 ahadiths). Fue, a la muerte del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- su verdadera heredera espiritual.
Su morada fue, hasta su muerte, un lugar de encuentro cultural, de debate, y de saber, ella enseñó a varias generaciones de teólogos musulmanes.

Su partición y su toma de posición políticas son, simplemente, impresionantes, también tanto por la época como por lo que sabe del estatuto sociopolítico de las mujeres musulmanas de hoy, y esto a pesar del hecho de que numerosos comentadores musulmanes han relegado esta contribución a un rincón de la historia, pues una mujer que deja huella en la historia por su saber religioso es todavía aceptable, y esto puede pasar, pero una mujer que se mete en política es totalmente una aberración. Es, incluso, tabú.

Aisha durante toda su vida participó en los asuntos políticos de la época y su opinión fue siempre tomada en cuenta.
Más que eso, ella personifica la primera revuelta de una mujer contra un poder político local.
Es lo que cuenta la historia, en el momento de su célebre salida a lomos de una camello, fuerte en su notoriedad espiritualidad y política, rodeada de una armada de hombres fieles, contra el imam Ali, yerno del Profeta –la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él- y emir de los creyentes.
Una batalla de hombres donde ella quiso estar presente a fin de protestar contra el orden político establecido y donde ella encarna un verdadero mando político.

Pero la historia, escrita por hombres, cuando el feminismo –sobre todo cuando éste se reivindica político, desarregla- han inmortalizado este suceso trágico de la historia bajo el banal nombre de “batalla del camello” (por referencia al único camello presente en esta batalla, en este caso el suyo).
¡Y esto con el fin de no recordar el nombre de una mujer por un suceso político de esta envergadura!. ¡Terrible constante de una historia musulmana decididamente misógina!.

Aisha fue también conocida por haber, en su época, ejercido la función de Muftí o jurisconsulto (el que emite opiniones jurídicas en religión o fatawas) notándose, de pasada, que el término está en masculino y a pesar del hecho de que Aisha fue una de las primeras personas en haber ejercido esta función, no se conocerán más mujeres muftís, por el hecho de que el acceso a esta función les
ha sido siempre prohibida hasta hoy en día.
(Sería demasiado largo de describir aquí todas las contribuciones históricas de Aisha, pero se puede citar en resumen algunas como su gran maestría de la lengua árabe y de sus sutilidades de las que ella tenía un alto conocimiento y nadie parecía igualarla en la materia. Ella era también conocida por su gran amor por la poesía árabe. Su contribución en la exégesis coránica era también considerable).

Es pues, antes todas estas realizaciones femeninas, que he tenido la idea de transmitir a través de este modesto escrito, este soplo de emancipación de los primeros tiempos, digo bien, EMANCIPACIÓN, pues con un trayecto como el de Aisha: tradicionalista sin par, juez, política, erudita, exégeta, maestra, poetisa. Se trata muy bien de una mujer emancipada en el sentido más profundo del término.

Y si se le comparara este grado de emancipación con una mujer de nuestro tiempo, sería apropiado describir a Aisha como una mujer emancipada aunque ella viviera hace catorce siglos.

¿Qué significa justamente este término utilizado tanto hoy en la jerga feminista?. Significa ante todo la capacidad de las mujeres a hablar por ellas mismas, la capacidad de las mujeres a alcanzar dominios intelectuales y políticos, pues bien, se puede adelantar, sin riesgos, que Aisha era una mujer emancipada.
La constante evidencia de la encarnación de una mujer emancipada en el alba del Islam no puede ser más que muy inquietante para el que contempla el paisaje musulmán de hoy.
Esto es todo lo contrario, todo lo opuesto de la imagen real o imaginada que se nos propone actualmente de la mujer en el Islam y también en Occidente, ¡más que en tierras del Islam!.

Una mujer que ostenta todos los records de la opresión universal, una mujer víctima de todos los males: analfabetismo, injusticia, ignorancia. Total, una mujer oprimida por el hombre musulmán o árabe por las intransigentes leyes de la temible chari’a islámica, por leyes tribales y, sobre todo, por un Islam totalitario, machista y tiránico.
Entonces, ¿cómo explicar que hace catorce siglos, al principio de la historia del Islam, mujeres como Aisha estaban en la vanguardia de la escena y, contrariamente a lo que se pretende, estas mujeres no ilustraban la excepción, sino que eran más bien la norma?, ¡mujeres que vivieron la llegada del Islam como una liberación!.
¿Por qué oscuro defecto, el Islam ha llegado a ser en nuestros días una religión que veja a la mujer y que ostenta la palma de oro si no es en el monopolio de la sumisión de las mujeres y de su alienación?.

Creo que haría falta aquí ponerse de acuerdo sobre un punto, en mi humilde opinión, muy importante: entre todas las críticas hechas incansablemente al Islam y a los musulmanes, las concernientes al estatuto de la mujer, a pesar de su loca mediatización y a veces instrumentalización deshonesta, se revela ser la más justa, la más verdadera y la más sensata.

La realidad de la situación de la mujer en tierras del Islam es realmente abrumadora, pero es también muy importante diferenciar entre el hecho cultural y la esencia de una religión, entre un mensaje espiritual y sus diversas interpretaciones.
Pues el verdadero problema que se expone no es tanto el Corán en sí mismo sino lo que se ha hecho de este Corán a través de los siglos y siglos de lectura y de interpretación sexista hacia la mujer. Una interpretación rigorista y completamente cerrada de lo religioso que ha legitimado durante toda la historia musulmana voluntariamente o no una verdadera “cultura de discriminación “ en contra de las mujeres.

Es fácil encontrar argumentos coránicos que inferiorizan a la mujer –como algunos en todo texto religioso ya sea la Biblia o la Torah- cuando se practica una lectura literal, estática y que no toma en cuenta la dinámica histórica de las épocas de la revelación.

Es por ello que la mujer musulmana se encontrará “rehén” a pesar de ella, entre dos mundos: un mundo musulmán interior en el cual se le ha usurpado muchos de sus derechos, sino todos, y un mundo exterior no musulmán donde está representada como el prototipo por excelencia de la mujer oprimida, condenada sin piedad a una representación estereotipada implacable.

Partiendo de esta lógica se nos quiere hacer creer a nosotros, musulmanes, que más Islam es más alienación y menos libertades y que en el fondo no habría hoy más que dos cosas posibles: primero, que el único modelo de liberación femenino posible es el que debe evitar toda referencia a lo religioso e imponer por ello un solo modelo de emancipación sobreentendido de tipo occidental y de
ámbito universalista o bien, aceptar sin reserva todo lo que un fiqh o jurisprudencia islámica ha legislado en nombre de una lectura retrógrada de la mujer con menos derechos y más discriminaciones en nombre de lo sagrado.

Entonces, ¿qué elegir? Un verdadero dilema para muchas mujeres musulmanas, incluso si algunas de ellas han elegido. Las que eligieron con conocimiento de causa liberarse de toda referencia religiosa y otras que han preferido cerrar los ojos sobre la negativa de justicia y de equidad de las que ellas son víctimas en nombre de lo religioso.
Quedan las que –creánme, son todavía poco numerosas- reivindican el hecho de ser musulmanas practicantes, siendo muy críticas también tanto con la relación de una cierta percepción del Islam impuesta como críticas hacia un Occidente que quiere imponerles un modelo único de liberación.
No os escondería mi profunda adhesión a esta tercera vía, todavía minoritaria, pero creánme, que harán despacio pero seguramente su camino, el de un empeño por la lucha de los derechos de la mujer desde el interior del Islam en tanto que religión, modo de vida espiritual y según una visión global y contemporánea.

Entonces, ¿de qué se trata mayormente? Se trata de hecho de una dinámica que propone una nueva lectura de los textos religiosos a partir de una perspectiva femenina, es lo que se ha llamado también “la nueva lectura femenina del Islam”.

Un movimiento pro femenino -en el cual hay hombres también- todavía bastante disperso, no muy bien organizado, aún en estado embrionario pero que trabaja en la perspectiva de una verdadera “reapropiación femenina del debate religioso”, pues conscientes que sólo una interpretación correcta de los textos puede garantizar la libertad y la apertura de la mujer musulmana.

Se levantan también voces tanto entre los musulmanes de occidente como en tierras del Islam para reivindicar una relectura a fondo de los textos a fin de revisar las numerosas injusticias cometidas en nombre del Islam hacia las mujeres.

Esta nueva lectura femenina del Islam es portadora de todas las esperanzas y tanto para el Islam y los musulmanes como para “vivir juntos” toda la humanidad.
Esto entra en el cuadro del gran trabajo de reforma que espera a los musulmanes. Estos últimos deben imperativamente salir de su torpeza intelectual y hacer un verdadero trabajo de autocrítica, a pesar de las numerosas agresiones culturales a las cuales les han sometido.
Pues es necesario saber admitir que si la imagen del Islam y de los musulmanes es hoy negativa y da miedo es, en gran parte, a causa de los mismos musulmanes.

La nueva lectura es también portadora de esperanzas en el diálogo intercultural, pues el desconocimiento del Islam con la imagen transmitida en Occidente de un Islam que oprime a las mujeres no facilita el diálogo ni el reconocimiento de una identidad plural, y hablando de una identidad plural que no puede ser efectiva más que en el reconocimiento mutuo.
La fractura Occidente-Islam que parece cada día materializarse un poco más puede ser rehabilitada si, tanto de una parte como de otra, se hace el esfuerzo de “descentrarse” en otros términos de reconocerse en el otro en su humanidad.

Los musulmanes deben revisar su enfoque del mundo occidental y reconocer su diversidad y su aportación cierta a la modernidad humana. Y el Occidente debe, en la misma lógica, abandonar su arrogancia cultural y liberarse de ciertas tendencias que hacen en el discurso paternalista incluso a veces francamente colonialista. Pues no se trata únicamente de tolerar o respetar, sino de hablar de igual a igual.

Y, para terminar sobre una nota femenina, en este diálogo entre civilizaciones la cuestión de la mujer no debe ser utilizada como argumento de doble filo para justificar una cierta lógica de imposición de los valores occidentales que se suponen ser los únicos portadores de la verdadera emancipación.
La mujer musulmana tiene el derecho de elegir sus propias vías para emanciparse.
La referencia occidental no debe estipular una referencia universalista, pues la universalidad de esta humanidad reside justamente en la diversidad humana portadora de todas las riquezas.

Es en este sentido en el que Occidente puede ser un verdadero enriquecimiento para las sociedades islámicas y, más precisamente, para esta cuestión de la mujer en el Islam, destruyendo los miedos, los estereotipos y los clichés sobre el Islam, todos estos males que finalmente arraigan en la ignorancia
mutua.
Es necesario reconocernos, vernos los unos y los otros no a través del prisma de nuestras diferencias deformadas sino, sobre todo, a través de nuestras similitudes humanas y espirituales. Todo sería tanto más fácil por otra parte.

Texto: Aisha ou l’Islam au fémenin (Aisha o el Islam en femenino)
Autora: Asma Lamrabet
Fecha: Marzo/2005
Traducción: Carmen Ortego
Fecha: Diciembre de 2005